viernes, 16 de noviembre de 2012

Él cuenta el número de estrellas, llama a cada una por su nombre


 
 
INTUIDO EN LA CREACIÓN
 
Él cuenta el número de estrellas, llama a cada una por su nombre; grande es  nuestro Señor, y de gran fuerza, no tiene medida su saber (Sal 147,4).
 
   1. Reflexión
 
    La relación con Dios es difícil, pero no imposible. Dios conoce las limitaciones del hombre y viene en nuestra ayuda para suplirlas de modo que podamos llevar a cabo lo que él espera de nosotros, como la adoración, por ejemplo. Moisés estaba deseoso de ver la gloria del Señor y así se lo dijo; pero Dios “le contestó: ‘Yo haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor... pero mi rostro no podrás verlo, porque no puede verme el hombre y seguir viviendo’” (Ex 33,19-20).  Moisés quería llegar al final, pero el Señor le hace saber dónde está el límite. En cualquier caso, nos da a entender que podemos acercarnos a él y tener cierto grado de conocimiento y experiencia y de él para que nuestra relación sea real. El secreto está en conocer estos medios y llevarlos a la práctica.
 
     El más elemental y accesible a todo hombre es la creación. A través de ella se puede descubrir a Dios principio y fin de todas las cosas, su poder creador que llena de seres los espacios inconmensurables que escapan al poder de nuestra imaginación, la sucesión de los tiempos medidos en millones y millones de años, la formación constante de vida en tantas y tantas especies en las que la ley natural les lleva a una reproducción uniforme y constante, los astros que guardan el orden en sus galaxias, la maravilla de los microbios o de las fuerzas físicas de la naturaleza en constante descubrimiento. El hombre está rodeado de misterios y maravillas que gritan que detrás de ellos hay un Creador del que todo procede. El problema está en la falta de ojos para ver tanta maravilla y de oídos para escuchar semejante clamor. El hombre, discapacitado por el pecado y aturdido por las falsas luces que le rodean o los ruidos que lo marean, se siente con frecuencia incapaz de encontrarse con la verdadera luz que le permite descubrir tanta grandeza y escuchar la sinfonía de las criaturas que hablan del Creador y lo alaban con sus formas, sus colores, sus encantos o su belleza. Y lo que es peor, no suele esforzarse por intentar a comprenderlo.
 
     Pero, cuando somos capaces de preguntarnos por la creación serenamente y buscamos la verdad, nos encontramos con la respuesta de un Dios presente en todo, dando el ser a las criaturas y conservándolas, mostrándonos su cualidades a través de ellas y hablándonos de sí mismo por ellas. Entonces podemos decir con el salmista: “¡Señor, Dios nuestro, qué glorioso tu nombre por toda la tierra!” (Sal 8,2). Y también: “Los cielos cuentan la gloria de Dios,  la obra de sus manos anuncia el firmamento; el día al día comunica el mensaje, la noche a la noche trasmite la noticia. No es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír; mas por toda la tierra se adivinan los rasgos”  (Sal 19 2-5). ¿No es una buena ocasión para descubrir a Dios que se hace presente en las criaturas y rendirle nuestra adoración ante su infinita majestad?
 
     2. Palabra profética
 
   Visión durante la adoración: el Señor pone en nuestras manos una llave, que es la fe. Al introducirla en la cerradura, un ángel descorre el cerrojo, abre la puerta y nos deja percibir lo que está ocurriendo en el Cielo: los ángeles y los bienaventurados, postrados ante el Trono, adoran al Dios vivo. Es un lugar lleno de paz y de gozo, donde no caben las preocupaciones; es un remanso infinito de amor. Y dice el Señor: "Mi santidad os envuelve y, en estos momentos de adoración, sois apartados del mundo y traídos hasta aquí. La adoración es para vosotros el refrigerio para poder luego hacer frente al mundo. Aquí lleno vuestros recipientes, aquí, a mis pies, es donde recibís todo y donde más gloria me dais".


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