INTUIDO EN LA CREACIÓN
Él cuenta el número de estrellas, llama a cada una por su
nombre; grande es nuestro Señor, y de
gran fuerza, no tiene medida su saber (Sal 147,4).
1. Reflexión
La
relación con Dios es difícil, pero no imposible. Dios conoce las limitaciones
del hombre y viene en nuestra ayuda para suplirlas de modo que podamos llevar a
cabo lo que él espera de nosotros, como la adoración, por ejemplo. Moisés
estaba deseoso de ver la gloria del Señor y así se lo dijo; pero Dios “le contestó: ‘Yo haré pasar ante tu vista
toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor... pero mi
rostro no podrás verlo, porque no puede verme el hombre y seguir viviendo’”
(Ex 33,19-20). Moisés quería llegar al
final, pero el Señor le hace saber dónde está el límite. En cualquier caso, nos
da a entender que podemos acercarnos a él y tener cierto grado de conocimiento
y experiencia y de él para que nuestra relación sea real. El secreto está en
conocer estos medios y llevarlos a la práctica.
El
más elemental y accesible a todo hombre es la creación. A través de ella se
puede descubrir a Dios principio y fin de todas las cosas, su poder creador que
llena de seres los espacios inconmensurables que escapan al poder de nuestra
imaginación, la sucesión de los tiempos medidos en millones y millones de años,
la formación constante de vida en tantas y tantas especies en las que la ley
natural les lleva a una reproducción uniforme y constante, los astros que
guardan el orden en sus galaxias, la maravilla de los microbios o de las
fuerzas físicas de la naturaleza en constante descubrimiento. El hombre está
rodeado de misterios y maravillas que gritan que detrás de ellos hay un Creador
del que todo procede. El problema está en la falta de ojos para ver tanta
maravilla y de oídos para escuchar semejante clamor. El hombre, discapacitado
por el pecado y aturdido por las falsas luces que le rodean o los ruidos que lo
marean, se siente con frecuencia incapaz de encontrarse con la verdadera luz
que le permite descubrir tanta grandeza y escuchar la sinfonía de las criaturas
que hablan del Creador y lo alaban con sus formas, sus colores, sus encantos o
su belleza. Y lo que es peor, no suele esforzarse por intentar a comprenderlo.
Pero, cuando somos capaces de preguntarnos por la creación serenamente y
buscamos la verdad, nos encontramos con la respuesta de un Dios presente en
todo, dando el ser a las criaturas y conservándolas, mostrándonos su cualidades
a través de ellas y hablándonos de sí mismo por ellas. Entonces podemos decir
con el salmista: “¡Señor, Dios nuestro,
qué glorioso tu nombre por toda la tierra!” (Sal 8,2). Y también: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento;
el día al día comunica el mensaje, la noche a la noche trasmite la noticia. No
es un mensaje, no hay palabras, ni su voz se puede oír; mas por toda la tierra
se adivinan los rasgos” (Sal 19
2-5). ¿No es una buena ocasión para descubrir a Dios que se hace presente en
las criaturas y rendirle nuestra adoración ante su infinita majestad?
2. Palabra profética
Visión durante la adoración: el Señor pone en nuestras manos una llave,
que es la fe. Al introducirla en la cerradura, un ángel descorre el cerrojo,
abre la puerta y nos deja percibir lo que está ocurriendo en el Cielo: los
ángeles y los bienaventurados, postrados ante el Trono, adoran al Dios vivo. Es
un lugar lleno de paz y de gozo, donde no caben las preocupaciones; es un
remanso infinito de amor. Y dice el Señor: "Mi santidad os envuelve y, en
estos momentos de adoración, sois apartados del mundo y traídos hasta aquí. La
adoración es para vosotros el refrigerio para poder luego hacer frente al
mundo. Aquí lleno vuestros recipientes, aquí, a mis pies, es donde recibís todo
y donde más gloria me dais".
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